Conde de Romanones

Álvaro de Figueroa y Torres, conde de Romanones (Madrid, 1863-1950) Político español. Hijo de uno de los hombres más ricos de España (el marqués de Villamejor), estudió derecho en Madrid y Bolonia, se casó con la hija de un importante dirigente liberal (Manuel Alonso Martínez) y se dedicó a la política. Desde 1890 se inició en la política municipal de Madrid, ciudad de la que fue nombrado alcalde en 1894 y 1898. Gracias a su fortuna familiar se hizo con un título nobiliario, se dotó de un periódico propio (El Globo) y de una red clientelar adicta, fuertemente arraigada en la provincia de Guadalajara (su feudo electoral).

Sin abandonar nunca los negocios mineros de los Figueroa, el conde de Romanones se lanzó a una política más ambiciosa como jefe de facción a escala nacional, aprovechando las divisiones internas del Partido Liberal tras el fallecimiento del que había sido su fundador, Práxedes Mateo Sagasta (1903). Fue un maestro en el manejo del caciquismo, en la manipulación electoral y en las componendas típicas de la política oligárquica de la Restauración; su buen entendimiento con Alfonso XIII reforzó su liderazgo en el partido, que no obstante hubo de compartir con su rival, Manuel García Prieto.

Romanones pasó por casi todas las carteras ministeriales: Instrucción Pública (1901-02 y 1910), Fomento (1905), Gobernación (1905-06), Gracia y Justicia (1906, 1913, 1918 y 1922-23) y Estado (1916 y 1918); fue presidente del Congreso y del Senado, y presidió tres veces el gobierno, en 1912-13, 1915-17 y 1918-19. Más bien realista en política, no se le puede atribuir una clara inclinación ideológica, salvo la adscripción al liberalismo clásico (que le llevó a mostrarse partidario de los aliados durante la Primera Guerra Mundial, 1914-18) y su decidida fe monárquica.

Después del golpe de Estado de Primo de Rivera que acabó con el régimen constitucional (1923), Romanones se atrevió a visitar al rey como último presidente del Senado para recordarle su obligación de reunir las Cortes suspendidas por el dictador. La negativa de Alfonso XIII no quebrantó su fe monárquica: después de la caída de la dictadura aceptó formar un gobierno (nominalmente presidido por el almirante Juan Bautista Aznar y con Romanones como ministro de Estado) para intentar salvar la Monarquía restableciendo el sistema constitucional (1931). Fracasado este objetivo, Romanones escoltó personalmente al rey hacia su destierro, y siguió participando en política como diputado de las Cortes constituyentes de la Segunda República (1931), en donde defendió la figura del rey destronado.

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